miércoles, 7 de enero de 2009

Y vuelta la burra al trigo

Mi bisabuela, la Marquesa del Calgar, señora aficionada a la calesa -ya sé de donde me viene tanto trote caballar- con la que recorría sus posesiones además de pasearse por el valle norteño de donde proviene la mitad de mi sangre, ignoraba soberbiamente aquellas críticas que pudieran hacérsele de forma encubierta, solapada. Es posible que haya heredado una servidora tal capacidad para la negación de los errores propios, si bien es cierto que una señora como la que escribe es poco dada a cometer errores y menos de importancia grave. Aunque en eso es posible que tanto mis físicos, consejeros, cortesanas y bufones probablemente discrepen en gran medida. Tras unas festividades invernales que han puesto a prueba no sólo mi paciencia sino también mi solided emocional y mental creo que va siendo hora de que el año entrante nos deleite con frambuesas y fantasias. No pido nada más.
He vuelto con Eugene a pesar de mis pesares. Llegué ayer a palacio sin saber que encontrarme tras una larga estancia en las nebulosas tierras del norte y de mi corazón. Tampoco sabía como debiera comportarme, pues hechos ocultos me informaron acerca de comportamientos poco nobles por parte de aquel a quien he entregado mi vida, mi alma, mi coño y mi coñazón. Informes llegaban de fidedignos testigos dignos de toda mi confianza. Jamás sintió mi cuerpo tanta pasión y tanta entrega suicida para con nadie. Creo que las diosas, ninfas, hadas y la mismisima Afrodita no es capaz de sentir lo que esta mujer siente. Y como está por la diosa escrito en mis genes, y es por tanto de todo punto imborrable tal sentencia, no veo más remedio que doblegarme a los designios de esta hija de Zeus y acatar con lo mejor de mis sonrisas que estaré enamorada de este asesino salvaje, de este sanguinario perro del amor, hasta el dia que me muera. Soy maldita y por ello encadenada para el resto de mis dias a este yugo de amor.

No hay comentarios: