Me despertó un frio helador y unos sudores de mujer endemoniada. Pasé la noche soñando, pero no fueron pesadillas, sino estraños paisajes oníricos de una mente atormentada pero hipercreativa. Las convalecientes del amor somos así: febriles, mentalmente discapacitadas, aturdidas, absortas, abstraidas, estupefactas, distraidas, torpas, obcecadas, añorantes, lacrimosas, ausentes, necias, consumidas y apocadas, llenas de esperanza y pesimismo al mismo tiempo. Chaladas. Pero una es así, y nada puede hacerse contra ello. Como tampoco puede hacerse contra los designios de Eros.
Ya lo decía Carmen:
L'amour, l'amour, l'amour, l'amour,
L'amour est enfeant de bohême,
Il n'a jamais, jamais connu de loi,
Si tu ne m'aimes pas, je t'aime;
et si je táime, prends garde à toi!.
Si tu ne m'amais pas, si tu ne m'amais pas, je t'aime
et si je t'aime, prends garde à toi.
Aciaga noche la de aquel sábado inoportuno. Maldita sea la fecha por siempre y que sirva esta terrible desgracia, este magnicidio del amor para que las enamoradas no discutan en ese dia de odioso recuerdo.
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