martes, 2 de diciembre de 2008

Annus mirabilis

Pensé a la entrada del otoño que este año pasaría a ocupar en mi memoria el puesto descrito cruel y brevemente como annus horribilis. No me equivoqué. Tras las continuos pérdidas de seres queridos y/o admirados ahora se cierne sobre esta pobre dama la negra nube de la pérdida amorosa. Cansada como estoy de luchar contra los devaneos celotípicos del cortex ungulado de mi amado esta vez no lucharé por un amor que creí imperecedero. Nos enfrentamos las mujeres de belleza sin igual a una maldición eterna de crueldad despótica: nuestros amantes, inseguros todos ellos a pesar de su aparente solided emocional, se sienten intimidados por la belleza que han conseguido, pero temen perder, y por los acosos sentimentales a los que se nos somete continuamente. La presión continua que los deseos ejerce sobre la pareja se torna insoportable para los amantes de las bellas mujeres.
Estoy cansada de luchar, harta de no poder ser yo misma sometida a los caprichos enfermizos de aquel a quien tanto amo. Oh Fortuna!, velut Luna, ¿por qué me castigas con los terribles pesares de los celos que acompañan a mi simpar beldad?, ¿por qué no puedo gozar de los dulces frutos del amor sine die?. Cuanto mejor fuese como un sapo purulento, de espantosa apariencia, viviendo alegre en un putrefacto estanque junto a los juncos del amor. Pero no, he de ser sumamente bella y como Prometea de lo exquisito sufrir con decoro mi horrible castigo una y otra vez. Las inseguridades me arrabatan de los brazos del amor para lanzarme al estanque del dolor. Mi vagina infantil no será colmada esta noche. Seré yerma. Mujer repudiada nuevamente.
He elegido mi amado justamente la fecha de un embarazo largo y dificultoso: justamente ayer se cumplían diez meses de este torrido idilio de amor y sexo. Y de nuevo me encuentro SOLA. No culparé a Ivette por arrastrarme a las garras del vicio y el despiporre sino a mi misma por ser una mujer debil de caracter seducida facilmente por los placeres prohibidos. Eugene ha mostrado su más profundo desagrado por nuestras actividades ociosas de la forma más cruel. No era yo estraña a la reacción que provocaría en él otra noche de despiporre en compañía de mis amigas Ivette y Aline. Ya se repitió el episodio meses atrás en similares circunstancias. Curiosamente terminamos en el mismo antro las tres bellezas ebrias. Es curioso como se cumplieron mis terribles presagios. Como réplica de Casandra me vi abocada a la incredulidad de mis acólitas. Mujer desesperada.
Ah! la vida: que tormento.
Apenada, resacosa, con el alma rota y odiándome a mi misma me despoido de vosotras hasta la próxima entrega.

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