jueves, 27 de noviembre de 2008

Les travailleuses et la suicidaire

Cieto es, queridas lectoras, que la vorágine de los tiempos en que nos aposentamos no deja espacio para la quietud y la contemplación. Menos aun para las mujeres de nuestra condición. Nosotras, las damas, no disfrutamos de la algarabía y descuido con el que las mujeres de baja extracción se dejan llevar por este camino que es la vida: tenemos altas y sacras responsabilidades para con el mundo, para con nuestro honor de mujeres y para con nuestros seres queridos (desde Fifí a Fluflú, pasando por amantes, novios, amores, consortes, amoríos y desatinos del corazón). Y sobre todo hemos de mantener en perfecto estado de conservación (algunas más o menos restauradas, más o menos chaladas y medicadas, más o menos gruesas o delgadas, más o menos estilosas -¡¡cuidado queridas!!-, torpas o acertads, vivarachas y dicharacheras, ocurrentes e ingeniosas..alguna más boba que otra, todo sea dicho) manteniendo, decía tras esta onírica pausa reflexiva, todas aquellas cualidades por las que somos lo que somos: SEÑORAS, mujeres aristócratas del hedonismo y del saber estar, chicas de belleza interior sublime y de aspecto angelical, favoritas de las diosas, y por ello ejemplo para las masas, iconos de elegancia y señorío, faros del saber, enciclopedias de la belleza andantes: arte en estado puro. Ad augusta per angusta.
Escribo hoy, queridas, cargada de letargo, de otoño, de poesía decimonónica, de tisis romántica, de Gala y de olor a membrillo que es la época del membrillo y la castaña. Mujer frutívora, mujer cansada, aturdida, enamorada, atareada. En fin: Mujer.
Falleció la Verdadera Nancy Rubia y desde el dolor, la consternación y la sorpresa queremos que sirva este texto como epitafio desde el mundo digital al mundo de los muertos.
Ave Dolce!

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