martes, 23 de septiembre de 2008

Mujer célibe


Eugene de Salva ha regresado a mi vida. Su insistencia me ha hecho caer en sus morenos brazos de dios mediterraneo. Mi partida a las isla Pitiusas y el recuerdo de la sal que se pegaba a mi cuerpo en aquel mar turquesa han sido los precipitantes de esta reacción química imposible de detener.
Lo sabía.
Cierto es que ayudaron al reencuentro sus palomas mensajeras, las ingentes cantidades de zumo de cebada y las confesiones que me hizo.
Sea como fuere parece que nuestro amor se asienta como lo hizo mi cuerpo en su lecho el pasado jueves. Sentir su piel mientras yacíamos abrazados me hizo sentir ¡¡mujer!!.
Mañana más.

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