martes, 10 de junio de 2008

Aristócratas fraticidas


Como hace casi 80 años, las mujeres españolas nos hemos vuelto locas del chichi y luchamos entre nosotras. Baste como ejemplo la batalla campal que se produjo al crepúsculo del domingo en el salón de té de Ivette. La Contesse veuve de Valance, la duquesa heredera de Menuda Chichona, la plebeya gala Jeromette y la Gran Duquesa Anastasia Solange de la Fresange, bajo los efectos del alcohol y el mal tiempo, se enzarzaron en lucha encarnecida por algún peregrino pensamiento y acabaron ensangrentadas, enceradas, mojadas y hechas un cristo.
Chales, echarpes, miriñaques, puñetas, bordados, perlas, joyas y artesonados, volantes y canesús, enaguas y corsés, velos y pamelas, bolsos y tacones, sandalias y botines, todo era un fragor de movimiento inusitado en el café de Ivette. Todo eran destrozos en la apariencia siempre elegante de nuestras alocadas e ilustres amigas. Es de suponer que estos episodios prerevolucionarios no afectarán al buen devenir de la sintonía aristocrática, pero recordemos, amigas mias, que alla por el año de 1798 las cosas empezaron de semajante manera y terminaron con las cabezas cercenadas rodando por el patíbulo y tiñendo de azul el cesto y entarimado. Y queridas hermanas, si la misma nobleza se comporta de tal manera, ¿que no hará el vulgo?.
Este pensamiento os dejo para vuestra reflexión.

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