viernes, 6 de junio de 2008

La condesa muerta



La condesa apareció ante mis ojos tendida en el suelo sin aparentes indicios de violencia. Estaba muerta. Tiesa. Cadaver insepulto. Aún así, las curvas de su cuerpo permitian admirar una inefable belleza, una hermosura singular de mujer que engendraba las más turbulentas pasiones, los más desvariados delirios de amor, los amores más enloquecidos, los apetitos más salvajes y los deseos más abrasadores. Entendí entonces porqué tantos hombres de tan variadas condiciones habian perdido la cabeza, la cartera, la fortuna, la dignidad y hasta las ganas de vivir si no conseguian de un modo u otro estar cerca de aquella mujer maldita.
Una mujer que con sus curvas y sus rectas había conquistado el universo. Yacía frente a mi la encarnación de Venus-Afrodita.
Las joyas estaban en su sitio. Tampoco habian desaparecido los documentos secretos de su época de espia. La caja fuerte estaba abierta, pero en ella se encontraba su más preciado bien: un chal de Balenciaga. No faltaba nada. No cabía la menor duda de que me enfrentaba a un crimen pasional.
Además de encontrar bajo sospecha a Eugene de Salva, su prometido en el momento del magnicidio, la lista de sospechosos era casi infinita. Démonos cuenta amigas mias, que una mujer como ella, casi un diosa, era adorada por todos los hombres videntes y algunos invidentes del universo conocido, y odiada por todas las mujeres inseguras del planeta.
Fue imposible manternar a la prensa ignorante del crimen. Y el caos se apoderó de Eurasia. Protestas y asesinatos multimples de chinas acaecieron por todo el orbe. Las pobres, culpadas por su enorme fealdad, fueron percibidas por la masa enfervorecida y sedienta de venganza como las instigadoras y ejecutoras del mayor magnicidio de la historia de la humanidad. Y la desaparición de La Beldad provose como el meteoro que dicen extinguió a los dinosaurios. Con Solange comenzó y terminó una era de la historia y desapareció la esperanza.
La delegación de marcianas y venusinas mandaron sus condolencias al Ministerio de Belleza, junto con el sacrificio propiciatorio de trescientas chinas feas y dos guapas. El gran Preboste de la Orden de Chichifer ordenó luto en Andrómeda durante dos siglos.

Y de repente me desperté de la terrible pesadilla. Me faltaba la respiración, sentía el furor de mis arterias en mis sienes, sudor corria por mi cuerpo. Corrí al balcón de palacio y me tranquilicé al ver la calesa favorita de Solange esperando en el patio. La tranquilidad me invadió eliminando el desasosiego. Y volví al lecho, desnuda.

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