martes, 15 de abril de 2008

Puesta de largo

Gracias a mis habilidades diplomáticas y contactos con la prensa del corazón conseguí evitar el bochorno más grande que a una dama en edad de merecer le puede acaecer: la cancelación del gran evento con el que toda chica sueña: la presentación en sociedad. O puesta de largo para las amigas. Todo estaba preparado: las calesas adornadas con sus guirnaldas de flores campestres, el vestido de tul marengo preparado, el tocado diocechesco elejido, los zapatos de tafetán escogidos, las bragas plisadas, el carmín y el perfume dispuesto...Y toda mi felicidad ante la inminente proximidad de tan fausto evento se vió ahogada en los desatinos de esta nuestra carcel carnal. El paje llegó a palacio con la terrible nueva: Eugene de Salvá se encontraba postrado en cama con fiebres y temblores y no podría levantarse del lecho. Debía, rauda y velocísima, acudir a su cuidado como amantísima prometida y novia que soy. Era sin duda alguna una resaca de caballo. Quiero decir que se encontraba indispuesto. Bolso y bolsa en mano agarré los potingues de bruixa y meiga que conozco y corrí que volé a su encuentro. Febril y cansado me recibió mi amado. Reprochele su falta de sentido con besos y caricias, y decidimos que nos entretuvieran las chanzas y chirigotas de la caja tonta.
Él, que había organizado el evento tuvo que contentarse con poseerme sólo para sí mismo. De momento. Una vez más gozamos de nuestros labios arropados por al ternura. Bendita resaca.

No hay comentarios: