jueves, 3 de abril de 2008

Hier soir quiche y liqueur de madroño

Llegamos en calesa al palacete de mis amigas gabachas Jeromete y Michelangelo donde pasamos una agradable velada comiendo deliciosos ejemplos de la cocina francesa regados con vinos de la tierra íbera, charlando de la vida y del amor y gozando de nuestra propia compañía. Hasta que apreció Gustava.
Gustava monopolizó la atención de Marat y por extensión la nuestra durante varios minutos. Gustava, siendo, como es, una tortuga, no es dada al intercambio cultural ni a la interacción social. Marat, un gato de pelo blanco y negro y suave como Platero, es por el contrario un ser extremadamente social. Poco le importa que se le estire de la cola o se le den palmadotas en la espalda. Él vuelve a por más. Y claro cuando apareció Gustava con su porte majestuoso y su serenidad reptiliana no pudo nuestro gato revolucionario por menos que acariciar su rugoso caparazón con sus felinas zarpas. Impasible y asqueada de la vida hoy como Gustava le decía: "Marat eres un pelma tio, déjame hibernar con tranquilidad o te muerdo el chichi". Marat es terco e hizo oidos sordos a tan clara y directa sugerencia. Ignoró de igual manera los estirones de cola que gustosamente le dí, y solamente cuando Gustava, hastiada de tanta atención no requerida, se escondió bajo la chaise longue, se vió obligado a interrumpir sus malvadas intenciones gatunas. Y junto a Gustava estaba Denise, una hija de los territorios norteños que fueron los Paises Bajos. Rubia belleza de lente miope. Una chica muy agradable con la que comparto la afición de tirar del rabo a Marat. Hicimos buenas migas. Curioso como la admiración por los animales nos une a los humanos.

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