lunes, 24 de marzo de 2008

Fallas, procesiones, visitas y chichones

Amadas lectoras y mujeres comprometidas todas,
mi silencio digital se rompe hoy con nuevas alegres cargadas de optimismo. Mis amigas Cristina y Adriana llegaron del norte para pasar las vacaciones de primavera conmigo en el Palacete de la Fresange. Me torturaron con continuas necesidades gastronómicas y traducciones imposibles, obligandome a ingerir cantidades enormes de manjares de esta tierra especialmente cristiana estos dias pasados. Fui obligado por la masa descerebrada a observar como una talla de madera era aplaudida y alabada a su paso mientras algunas locas arrastraban descalzas cadenas para expiar sus pecados. Las brujas que seguian el cortejo vestian suntuosos modelos dignos del mismísimo Xerxes, obispas se hacen llamar. Pena de hoguera. Paseamos por el Retiro y ofrecí a las invitadas comidas exquisitas preparadas en mi afamada cocina regadas por excelsos vinos riojanos. Un auténtico despiporre para mis pobres visceras resentidas de tanto abuso. Pues habreis de saber queridas amigas que la rienda suleta a los sentidos comenzó precisamente el último dia en que algo comenté en esta bitacóra.
Como sé que lo único que realmente os interesa queridas lectoras son mis asuntos amorosos no os aburriré más con itinerarios turísticos ni con reseñas gastronómicas y pasaré a contaros los ultimos aconteciemientos de mi corazón. Desde la última entrada no ha cambiado casi nada: pienso en Eugene dia y noche, sueño con sus pechos peludos, con sus piernbas de cabaré, con su sonrisa perfecta y sus manos morenas acariciando mi cuerpo abandaonado al placer. Exacatamente igual que desde el primer dia que le ví, le toqué y le besé. SOY UNA MUJER ENAMORADA. No se puede negar la verdad. Y ayer corrí a sus brazos cargada de cerveza que mi amiga Lorenza me proporcionó gracilmente en su taberna castiza. Mi amado ha pasado los últimos 10 dias en su tierra natal valenciana disfrutando de cerillas, fuegos, tracas, matracas, fallas, horchata y familia. En tanto tiempo no he hecho sino añorarlo y pensar constantemente enel como una obsisiva psicopatesa. Tanto es así que incluso decidí cambiar de aspecto para ver si me amaba de verdad o era solo una atraacción pasajera. Y así lo hice: me depilé la cara. Como se me había olvidado mi último cambio de aspecto me sorprendí en el instante del reencuentro tanto como mi amado: él por mi vello ausente y yo por su cara de susto. Pero admitió que mi belleza no me ha abandonado con la pérdida de pelo sino que es diferente y que en nuestros besos se notaba la ausencia de vello. Y los besos nos encaminaron al lecho, donde nuestro cuerpos, presas del frenesí provocado por la tan larga separación, se entregaron a los placeres de la piel. Una y otra vez.
Y de esta forma comenzó la semana. Bien es cierto que algunas nubes se ciernen sobre esta relación pero de momento no amenazan tormenta, y si lo hicieran el paraguas del amor las repelaría todas: y los petas claro.
Ah! se me olvidaba: los chichones incluidos en el título se refieren a unos que me hice en la pierna izquierda mientras caminaba e intentaba a la vez hablar con mis amigas por las estrechas calles de Malasaña. Vias llenas de bolardos asesinos que agazapados en la oscuridad esperan la ocasión oportuna para lanzarse sobre nosotras tranquilas y alcoholizadas transeuntes. Mi amado lo notó y tuve que confesar mi torpeza de borracha.

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