sábado, 14 de noviembre de 2009

Saluberrimi sunt sereni dies

O de como conseguir que Noviembre no acabe con nuestros fragiles nervios. Siempre he sido de la consideracion que el mes presente es el menos propicio para la alegria de todos los que componen el calendario. Es de cortos dias, de oscuros cielos, de frios lentos y de lluvias impertinentes. Es un mes para dedicarse a nutrir el intelecto, para redecorar palacio, para encerrarse en los aposentos y disfrutar de bacanales y excesos entre muros. Tardes dedicadas a Orfeo. Tiempo que se acomoda perfectamente a mi nueva condicion de cortesana: sin labores obvias a las que entregarme, pues acabaronse ya los tiempos otoñales de beneficas obras, ni bailes a los que acudir por culpa de estas revoluciones economicas que ni siquiera Hobbes pudo predecir, ni monterias donde refrescar mi rosado rostro de rondalera risueña y rucios cabellos, ni cadarsos en los que lucir mi ponzoñosa lengua en noches de cuarto creciente y chichi menguante, me encuentro digo cuan dichosa desocupada ninfa: tan solo la belleza de este mi esbelto cuerpo, la pureza de mi limpida alma y el cultivo de mi intelecto ocupa mis tardes y noches -de todas es sabido que las mañanas estan hechas para que las condesas nos regodeemos en nuestra ociosa existencia tendidas en la cama cuan Venus domus.
Pero la duda, que espera agazapada cuan fiera terrible entre los cojines, me asalta y turba mi sueño y reflexiono acerca de la bondad de esta ociosa existencia. Pronto llego a la conclusion definitiva inspirada por divinas industrias: favorita de Fortuna que encaprichada de mi belleza me favorece no he ser sino desagradecida y estupida sino sigo los designios de los dioses: la vida ociosa que se me ha concedido ha de ser respetada como deseo de los supremos y supremas hacedoras.
Asi pues siguiendo el consejo de Celso, seguire disfrutando de tan saludable inactividad hasta que los hados decidan lo contrario.
Solange magnanima est.

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