martes, 15 de julio de 2008

Scott

Tras largas e infructuosas busquedas de amantes y amados ayer caí en los fornidos brazos de Scott. No me pregunteis como fué, pues si la última aventura con Diego de Mendoza no fué todo lo satisfactoria que yo hubiese querido la superstición me impide hablar con franqueza de esta nueva relación (algunas me duran menos que el cambio de luna).
Scott es alto, fuerte y trabaja como forzudo en un circo decimonónico. Comparte con mi amiga la Bernalina el gusto por los cuplés y músicas Joceline Baker que tanta picardia esconden.
Me invitó a cenar. Así, sin más. Y yo, mujer aventurera donde las haya, accedí de sumo grado. Dudé durante la noche cuando vi un cuchillo entre los libros de la habitación. Pero mi entrega ciega, CIEGA, a la lujuria de su cuerpo de hombrón (como diría mi santa madre) no me dejaron otra opción que entregarme a las dictaduras instintivas de la lujuria dionisiaca. Y gocé. Y su sexo fue sentido como generador de vida, de fuerza bruta, como exaltación de la vida,...
Y ahora me encuentro de nuevo ante la duda: ¿nos volveremos a ver? o será este otro amor fugaz donde he arriesgado el alma y el cuerpo. ¿Por qué soy una yonky del amor?

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