sábado, 7 de noviembre de 2009

Mujers y cine

Ser una mujer del III Milenio tiene sus desventajas: ya no somos las damas mimadas, aduladas, consentidas y reverenciadas por los hombres caballerosos (léase machos sedientos de femenina carne) de centurias anteriores, que lanzaban su capa al suelo para que las morenazas pisasemos el suelo sobre mullido paño en vez de posar nuestras pies de cabritillas en la dura calzada o sucio pavimento. Además debemos constantemente demostrar nuestra valia no seamos acausadas de ser unos "chichis frescos" que con nuestros encantos venusianos consiguen sin esfuerzo las altas cotas de poder antes inalcanzables al llamado sexo débil.
Como esposa amantisima, como mujer moderna, como señora y como trabajadora (a veces asalariada) me siento satisfecha y orgullosa de poder colaborar en las tareas de normalización y visibilidad (que no de parachoques o de escobilla de parabrisas) de las mariconas y bollingas de este mundo.
Como las condesas de antaño, esta es mi forma de colaborar con las clases mas desfavorecidas, que en este caso no estan privadas necesariamente de argenta o de techo sino más bien del respeto y aceptación moral que toda persona merece. Nunca he sido una mujer acomplejada por su condición; ni social, ni económica, ni sexual ni de otro tipo (ni siquiera mi apendice nasal ha sido capaz de desmoronar mi orgullosa belleza). Pero entiendo, empática yo, que muchas otras mujeres de este mundo padezcan un complejo de inferioridad, una desazón, un ahogo social, inducido por una sociedad de marcada herencia romana (como heredera de las tribus del norte las mujeres hemos sido dentro de la sociedad a la que pertenecemos grandemente respetadas y con cotas de poder similares a las de los machos: el chichi es el que manda) que no hace sino perpetuar el machismo imperante. Bien es cierto que el poder subyacente reside en nuestras mañas de diablesas, ¡¡y pobre de la mujer que no sepa usar sus poderes naturales!!.
Os animo pues queridas lectoras a SER MUJERES, en el amplio sentido de "mater genetrix", de amazonas, de musas y de princesas de Éboli: sabemos y podemos ser todo eso y más (no seré yo quien defienda a las más santas ni las ponga como ejemplo, pero es asimismo otra opción válida). Y sobre todo os animo a todas a ser mujeres visibles, trasparentes y honradas con vuestro chichi que es quien en definitiva manda. No nos engañemos con paparruchas romanticonas ni sucumbamos a las rancias presiones antaño imperantes impuestas por mentes retorcidas (vaticanas v.gr.) de dudosa solidad moral.

En el próximo comunicado os daré cuenta de mi largo silencio y de sus motivaciones. valga un adelanto: he sido institucionalizada como mujer.

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